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Exploro cómo la posicionalidad y el privilegio influyen en la investigación en Ecología Política, desde territorios rurales andaluces y proyectos con comunidades nativas, y cómo evitar el extractivismo académico mediante prácticas decoloniales.

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Mi propuesta aborda cómo la posicionalidad, el privilegio y el extractivismo académico moldean la práctica de la Ecología Política desde experiencias situadas en el mundo rural andaluz y en proyectos con comunidades nativas en Ecuador. Como biólogue trans, neurodivergente y originarie de un pequeño pueblo de Cádiz, y como cofundadore de un centro de rescate de fauna cogestionado por mujeres y disidencias rurales en Sevilla, trabajo en territorios atravesados por dinámicas extractivas —mineras, científicas y epistémicas— que revelan continuidades coloniales tanto en el Sur Global como en el Sur rural europeo.

He observado cómo saberes locales son frecuentemente apropiados por instituciones académicas para producir publicaciones, proyectos y patentes sin retorno comunitario. Este extractivismo académico afecta, de maneras y en niveles notoriamente diferentes, a pueblos indígenas de territorios atravesados por la colonización y a comunidades rurales en contextos europeos, mostrando que la colonialidad del saber opera a múltiples escalas. Desde mi posición híbrida —entre vulnerabilidad y privilegio— he buscado facilitar la participación de sabedoras locales e investigadoras indígenas en espacios internacionales, enfrentando el reto de abrir puertas sin reproducir desigualdades.

Propongo reflexionar colectivamente sobre el papel que deben desempeñar quienes ocupan posiciones de privilegio, incluidas científicas europeas, en la creación de prácticas de investigación que no repliquen lógicas coloniales. Exploro la posicionalidad como una herramienta crítica para redistribuir poder, fortalecer la justicia epistémica y transformar la manera en que producimos conocimiento en EP.