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Diferenciar usos del fuego entre aquel funcional al desarrollo, de prácticas tradicionales de manejo del territorio, resulta clave para construir estrategias colectivas en defensa de lo común, invita a pensar el fuego como parte de las tramas de interdependencia y de relaciones sociometabolicas.

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Frente a los grandes y extremos incendios forestales que se vienen presentando en los últimos años en el mundo entero, podemos afirmar que el fuego ha sido y sigue siendo un factor socioecológico crucial en la transformación de los territorios. Esto convoca a seguir pensando más allá de la emergencia de extinción de incendios, invita a pensar sobre las relaciones y rupturas atravesadas por y desde el elemento vital fuego y las formas que adquiere en tanto flujo de energía-materia. Una ecología política del fuego permite poner en discusión dichas fracturas y repensar el trasfondo la gran contradicción de la crisis civilizatoria actual: rentabilidad versus habitabilidad. En la misma sintonía estrategias de territorialización también toma fuerza en pos de la (co)habitabilidad. La lectura desde el metabolismo social aporta

disparadores para re pensarnos, abre un abanico de preguntas y alternativas a reconciliar y reconstruir nuevas vincularidades con la tierra, y la especie humana como parte de ella y no sobre ella. Es también un desafío ético-político y epistemológico. Si consideramos un contexto más estructural, los usos y manejos del fuego a nivel normativo y de política pública se concentran en una posición de supresión y prohibición del fuego. Pretender suprimir el fuego de la vida humana es eliminar de la ecuación un elemento constitutivo de la vida como flujo y entramado energético, pero homogeneizar sus usos también puede resultar en una forma de invisibilizar los entramados de poder, lógicas de dominación y explotación de los territorios.