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El cementerio de Poblenou de Barcelona se caracteriza no solo por su dimensión patrimonial sino también por albergar en su interior un fenómeno poco común en el contexto catalán: Un santo canonizado a instancias populares y cuya fama de milagrero lo ha hecho devenir lugar de peregrinación.

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Más allá de su revalorización patrimonial y museística -a merced de nuevas tendencias turísticas cementeriales- y más allá de sus funciones específicas, el cementerio urbano sigue siendo un lugar donde la memoria popular -en su sentido gramsciano- se alza como un permanente testimonio de las creencias, valores, costumbres e ideologías de la comunidad que acoge, muertos y vivos.

Como receptáculo de memorias, es en el cementerio donde el pasado puede expresarse en una permanente actualización, a partir del hecho y acto de recordar. Deviniéndose un espacio en donde se crea y recrea la conciencia o memoria histórica comunitaria y que tan a menudo confronta el relato o relatos hegemónicos. Entendiendo la memoria, como la historia de aquellos que fueron excluidos de la historia.

Así, el cementerio de Poblenou de Barcelona se caracteriza no solo por su dimensión patrimonial sino también por albergar en su interior un fenómeno poco común en el contexto catalán: Un santo canonizado a instancias populares. Lugar de peregrinación para personas que acuden a él en busca de su favor.

La presente comunicación pretende dar cuentas de este fenómeno devenido en el sino del cementerio y que muchas veces se nos muestra como una suerte de gueto suburbano, que además de estar configurado a partir del dolor y la tristeza intrínsecas a la muerte, agrupa en su interior a gentes muy concretas que suponen una concentración urbana -otra-, recortable a partir de sus historias de vida, orígenes étnico-nacionales u condición de clase.